Los sonidos emitidos fueron oídos por un lugareño.
Uno de los mamíferos más hermosos e inteligentes en la naturaleza es la ballena Orca sin lugar a dudas. Dentro de sus hábitos está el de cazar a las focas que forman parte de su dieta. En algunos casos cuando están en esa tarea, pueden tomar decisiones equivocadas.
Esto fue lo que precisamente le ocurrió a un ejemplar, que se quedó sobre una parte rocosa la cual le imposibilitaba su movimiento. Esto la llevó a emitir unos sonidos, que llegaron a oídos de George Fisher quien de inmediato contactó a Cetacean Lab.
Este impresionante animal vio su vida en riesgo y no se quedó con ‘las aletas cruzadas’, por así decirlo, pues utilizó su potente sonido para llamar la atención de algún transeúnte. Afortunadamente, para ella, su llamado fue escuchado y por supuesto que la ayuda no se hizo esperar.
En Columbia Británica (Canadá) se encuentra la bahía de Hartley, fue escenario de lo que pudo convertirse en una tragedia, una tarde como cualquier otra, en esta época ella, junto con su manada estaban buscando focas, pero sin darse cuenta, de pronto se hallaba sobre enormes rocas.
La prioridad era colocar en una posición cómoda a la Orca. El gran mamífero evidenciaba tensión y era necesario que pudiera tener calma. Por lo que los rescatistas mojaban trozos de tela para darle la sensación de humedad necesaria y protegerla de los rayos del sol.
Hermann Meuter cofundador de Cetacean Lab estuvo muy pendiente del rescate desde el primer aviso de la condición de la ballena. Para el rescatista, era vital que la Orca entendiera que iba a ser tratada con cariño y amor para que respondiera de la misma forma.
“Creo que ella sabía que estábamos allí para ayudarla”, mencionó el líder de Cetacean Lab. Las acciones rescatistas debían pensarse muy bien, ya que al mínimo error podían afectar al mamífero.
No existe sitio académico donde se pueda estudiar para una situación como esta. Tampoco existen maquinarias que puedan utilizarse para una circunstancia como esta. Paciencia, amor y mucha sapiencia.
La única solución a la vista era mantener medianamente cómoda a la ballena mientras la marea llegara a su nivel. Durante 8 horas los rescatistas estuvieron que esperar que la naturaleza hiciera su trabajo.
Cuando los rescatistas de forma paciente estuvieron esperando que la marea subiera, le hablaban a la ballena para que pudiera frenar su ímpetu para que no se afectara.
Cuando la marea al fin subió, la ballena pudo volver de vuelta al agua y aunque estaba libre se mantuvo allí con los rescatistas como si les estuviera agradeciendo.
Después se fue muy contenta para reencontrarse con los de su misma especie.
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